El origen de la Batalla de Flores se remonta a principios del s.XX, una época de esplendor cultural y bonanza económica que conocemos como Belle Epoque.
La celebración de Galas Florales, Fiesta de las Flores o Coso Florido estuvo relativamente extendido entre las principales ciudades europeas entre finales del siglo XIX y principios del XX. Pronto este tipo de celebraciones llegaron a la Península Ibérica (Murcia, Valencia) y, más concretamente, a Laredo.
La Batalla de Flores nació como un festejo de despedida del verano, una actividad lúdica aunque distinguida, impregnada del refinamiento artístico y la sofisticación que eran características distintivas de las principales familias acomodadas que veraneaban en Laredo en aquella época. Alentados por el entonces secretario del Ayuntamiento, el carismático Arsenio Lazbal González,
Veinticinco traineras, pertenecientes al cabildo y prestadas para esta ocasión, fueron engalanadas con flores, serpentinas, caramelos y pasteles colocados de proa a popa a modo de guirnaldas. Aquel domingo por la tarde, a la hora que había sido fijada la Batalla, llenos los muelles de numerosos espectadores, dio comienzo la enconada lucha simulando una auténtica batalla naval.
Era 30 de agosto de 1908 y había nacido la Batalla de Flores de Laredo
Para la segunda edición D. Nicolás Gereda Velarde expuso la idea de que la fiesta se celebrase fuera de la dársena del muelle, para posibilitar así la implicación de todo el vecindario. Se estimó que el lugar más apropiado para el desfile fuera la calle Menéndez Pelayo.
SE ESTIMÓ QUE EL LUGAR MÁS APROPIADO PARA EL DESFILE FUERA LA CALLE MENÉNDEZ PELAYO
La propuesta fue aceptada por unanimidad y ya contando con una importante asignación monetaria, el esfuerzo y entusiasmo de todos, pudo celebrarse la segunda edición de la Batalla de Flores. La Batalla comenzó a las cinco en punto de la tarde, desfilando numerosas carrozas tan bellamente adornadas que todas podían optar al premio.
La segunda edición de la Batalla de Flores resultó un éxito mucho mayor que la anterior gracias a su carácter participativo. El propósito de Gereda se había cumplido y ya se preveía que el nuevo festejo habría de convertirse en el más sobresaliente del programa veraniego. Para la edición de 1912, el extenso paseo de Menéndez Pelayo era ya insuficiente para acoger a tantísimo gentío, hasta el punto de poder afirmarse que ni en la capital había llegado esta fiesta a la altura que en porte, buen gusto y belleza había alcanzado en Laredo.
LOS HOMBRES Y MUJERES DESFILABAN SOBRE LAS CARROZAS ATAVIADOS CON VISTOSAS VESTIMENTAS
El éxito de la Batalla impulsa, por su parte, una rápida evolución, perceptible en la transformación que experimentan las carrozas. Los sencillos carros parcialmente decorados con flores y hojas dejan paso a complejas y artísticas alegorías engalanadas, sustituyendo los sacos o arpilleras que cubrían las plataformas –adornados con flores y hojas- por «cartolas» (bases de las carrozas ornadas con dibujos, formando así un todo integrado con las figuras cubiertas de flores de colores)
A LAREDO LE COSTARÁ CASI UNA DECADA SITUAR A LA BATALLA EN EL LUGAR QUE BRILLÓ.
A Laredo le costará casi una década situar a la Batalla en el lugar en que brilló antes de la contienda. Aun así, y gracias al esfuerzo y la identificación de los laredanos con su fiesta, la mínima asistencia foránea y la nula repercusión de los medios que caracterizaron la edición de 1940 dieron paso, en unos años, a las enormes aglomeraciones de antaño, enlazando con una brillante tradición que, una vez más, evolucionará incorporando diversas innovaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
El opresivo ambiente social y cultural del primer franquismo menguó la imagen festiva y alegre de antaño,lo cual redundará en una paradójica consecuencia: lo que la Batalla pierde de erótico-festivo lo gana en lo artístico, reforzando la línea que ya se inició durante las primeras décadas de la fiesta.
Las carrozas crecen en volumen, complejidad y ornamentación, constituyéndose en artísticos y monumentales conjuntos empujados y arrastrados ahora por sus propios creadores (desaparecen las plataformas movidas por animales).
TRANSFORMA AL MODESTO PUERTO PESQUERO EN IMPORTANTE FOCO DE ATRACCIÓN DURANTE EL VERANO
Los cambios se verán reforzados, asimismo, por la mejora de materiales y herramientas para la construcción de las figuras, que serán menos pesadas y más maleables, posibilitando grandes y complejas esculturas.
El aumento en el tamaño y complejidad de las carrozas –y por tanto en su coste- restringirá el número de participantes (de 40 a unas 15 alegorías) y acabará con una de las tradiciones de la fiesta: la participación de carrocistas foráneos. Hasta los años cuarenta fue habitual la asistencia de carrozas creadas en todos los pueblos de la región, pero a partir del ecuador del siglo la mayoría de los creadores serán del propio Laredo.
Otras novedades demuestran el éxito de la Batalla: el cambio de fecha de su celebración desde 1964, de domingo a viernes, festejando la Batalla en día laborable, con la finalidad de frenar el desbordante caudal de espectadores; su declaración como Fiesta de Interés Turístico en 1965; las sucesivas modificaciones en el circuito, de la tradicional Calle del Paseo a la Avenida de José Antonio (1971) y de ésta al definitivo, alrededor de la Alameda Miramar (1978) para mejor acomodo y visibilidad de las carrozas.
HA SIGNIFICADO UN TIEMPO DE TRANSICIÓN
El decenio inaugural del siglo XXI, por su parte, ha significado un tiempo de transición, en el que a la presencia de veteranos carrocistas en activo desde los años 60 y 70 (Fito Zubillaga, Toñi Quintana, Ángel Sainz, Remigio Herboso), junto a los creadores que brillaron durante los 80 y 90 (Ángel Expósito, Javier Oruña, Ángel Llanderal, Sevi), se ha sumado nuevos y prometedores valores que garantizan la continuidad de la fiesta (Belén y Susi, Transportes Maritina, Grupo Pejino, Grupo Alegoría, Come Golayu que lo ha Posición Güela, Abelardo Landera, Ignacio y David, Grupo Nuestras Cosas, José Luis González, Manuel de los Santos, Alan y Edgar Expósito, El Cantu).
La Batalla de Flores logró alcanzar su primer centenario de vida en agosto de 2008, y afronta con optimismo y vitalidad un futuro brillante: una fiesta siempre cambiante pero siempre fiel a sí misma.